martes, 29 de diciembre de 2015

¡El sincretismo!

Ahí, en medio de su dolor, en medio de la cultura negada, en el centro de la religión prohibida, por sobre el bozal que pusieron a dos de las culturas que confluían en la isla, bajo las miradas inquisidoras de los inquisidores españoles, nació el sincretismo mágico-religioso.
Tengo que precisar que no fue una simple suplantación de identidades lo que se produjo. No. Fue un estudio de correspondencias entre las deidades de las tres culturas que estaban confluyendo en el Caribe.
Los africanos, menos salvajes de lo que se creía, buscaron y encontraron las semejanzas de los santos católicos con sus dioses tutelares. Ilustro con el ejemplo: Cuando San Miguel se tira del caballo a combatir a Satán (según el mito bíblico.) comienza a cojear producto de una mala pisada, o herido por Satán en el combate. Pues Belié Belcán cojea también porque es una deidad africana que tiene los pies con forma de macho cabrio. Una especie de sátiro griego. ¿Asombrados?

Pero el sincretismo mágico-religioso fue todavía mucho más que eso. La mezcla tuvo elementos de doble vía. La historia mítica y mística cristiana era demasiada atractiva y fantástica para ser desaprovecha por los africanos. Por eso incorporaron a sus rituales y creencias mucho de la liturgia católica, lo que hizo al sincretismo más rico y variado; aunque supusiera una “contaminación” religiosa.
Las plegarias católicas hoy son parte integral del gran ritual de Vudú criollo (o de la “religiosidad popular” como prefiere llamarlo Dagoberto Tejada.), que ha organizado toda una ritualidad para manipular entidades o misterios y de la cual son responsables los servidores de misterios, los Hunganes y las Mambosas.

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